Un
cordial y revolucionario saludo a todos mis lectores, de momento muchos son
amigos y conocidos (jajá), pero
lectores al fin y al cabo. Muchas cosas han pasado en las últimas semanas y
aunque he demorado un poco en escribir, pues aquí estoy una vez más. Esta
entrada la tenía planeada en mi mente incluso desde que publiqué la primera –
¿Recuerdan las misses y tal? – pero entre universidades, idas y venidas, mis
horas no han sido realmente mías. Ahora tengo el tiempo, los hechos y la visión
desde el mundo de Josemi.
Siempre
he sido un chico que aunque no lo ha tenido todo, lo que tiene es justo lo
necesario y gracias a Dios ha venido en el momento perfecto. Recuerdo aquel
momento cuando por vez primera instalaban en casa el servicio de televisión por
cable, fue una alegría porque finalmente podríamos ver más y más caricaturas – La
mayor preocupación de todo niño. – y salir de lo cotidiano. Eso era totalmente nuevo
en donde vivía, en la escuela todos hablábamos de eso, siempre comentábamos lo
que habíamos visto el día anterior: Las películas, las comiquitas, los videos
musicales de cuando MTV pasaba música. En fin, para ese tiempo no conocía más
que ir a la escuela, ver tv y jugar por las tardes con los amigos de la cuadra.
Un
par de años después, seguramente ya tenía nueve años, para época de navidad pido
a mis padres un “game boy advanced” – O creo que fue a Santa, pero nunca me
tragué ese cuento. – y por error me llega una consola de Nintendo 64. Hasta el
sol de hoy digo que es el mejor error que mis padres pudieron cometer, aún lo
tengo por ahí y de vez en cuando lo uso, hace poco le dije a mi pequeño hermano
que podía utilizarlo con la condición de cuidarlo porque tenía incluso más edad
que él.
Después
se hablaba de computadoras, internet y de playstation. –No, no es publicidad. –
Entonces de vez en cuando caminaba como cinco cuadras para ir a un cyber café o
unas tres para jugar “play” con los amigos. En ese tiempo me preguntaba por qué
no podía tener un playstation o una computadora cuando varios de mis compañeros
sí lo tenían. A veces me cuestionaba por qué no podía tener ortodoncia para
arreglar el desastre que tenía en mis dientes cuando otros sí lo tenían y
aparte presumían de sus colores casi cada mes.
Entonces
en mi último año de bachillerato ocurrió el gran momento: Finalmente compramos
nuestra primera computadora. Ella no era ni la mejor ni la peor. Ni siquiera
tenía la pantalla plana, se veía un poco oscura y no nos importaba, no teníamos
mesa para ella, tampoco internet pero eso nos emocionó mucho. Después una
impresora, a eso le siguió nuestro primer internet – Muy lento por cierto. –,
con el que comencé a jugar Dofus y tiempo después conocí a uno de mis mejores
amigos en la vida.
Ustedes
dirán “¿Y a mí qué me importa la vida de
éste?, el hecho es que desde pequeño nos acostumbramos a que lo material
tiene un valor más allá de lo monetario, un valor que incluye aceptación entre
tus amigos, compañeros y la sociedad en general. Los medios nos venden que ser
felices incluye lo mejor en tecnología (que irónicamente se actualiza cada
vez), los zapatos de la marca tal, las consolas, las bebidas, y bla bla bla…
Nos olvidamos de apreciar y valorar el esfuerzo que hacen nuestros padres por
complacernos algunas veces, nos acostumbramos a presumir de tener lo que es
nuevo mientras que a la par nuestra alma se va volviendo fría y materialista. –
Conozco unos que me dicen “Ah, tu Tablet es
Canaima… La mía es Samsung” Sólo
puedo pensar ¿A mí qué me importa?
Hoy,
con poco más de dos décadas de vida, compré mi primer “play”. Éste es la segunda
versión (actualmente en vigencia el tercer y cuarto modelo), usado, con varios
juegos y un control para jugar. Aunque no lo puedo usar con frecuencia donde
vivo, las pocas veces que lo he usado en mi casa he sentido diversión pura.
Muchos me dicen que es una consola vieja, descontinuada, y yo les respondo que
esta consola tiene más de 1000 títulos para escoger y jugar. Además me toca arroparme hasta donde
dé la cobija porque una consola nueva tiene un precio que yo no podría costear
ni dejando de comer. – Que tampoco lo haría.
Cuando
escucho a mis amigos quejarse sobre lo lento de su internet, o que tienen dos
días sin el servicio de agua, que el aire acondicionado de su habitación hace
un ruido extraño, yo sólo puedo pensar que nunca he tenido un internet banda
ancha ni mucho menos Wifi, todos los días debo cargar el agua hasta el baño
para asearme, no tengo aire acondicionado y tampoco una habitación. Cuando digo
que vivo en una pequeña casa de dos habitaciones, y donde duermo está la cocina
y es una habitación compartida, sólo se ríen y no me creen. Al menos estoy bajo
un techo, con mucho que agradecer, y no bajo un puente.
Gracias
a Dios estudio en la misma ciudad donde vivo porque honestamente creo que mi
familia no podría darse el lujo de pagar residencia, mercado, pasajes, guías,
ni nada de eso si yo estudiara por fuera. Si en un dado caso eso pasara, creo
que solamente los vería en vacaciones porque tampoco podría gastar para ir y
venir cada fin de semana (como hacen mis queridos amigos de Puerto Ordaz, El
Tigre y San Félix). Mis amigos creen que estoy hecho porque ven que mi papá me
lleva y me trae de la universidad. Ellos no saben cuánto me cuesta a veces eso.
Para
algunos es un problema vivir alquilados, para otros es un problema vivir en una
casa que está lejos de la universidad, hay personas con problemas de salud,
otras con problemas del alma, algunas con problemas en el bolsillo, y pare
usted de contar. Quizás mis lectores se identifiquen con algunas de las
anteriores. Por ejemplo yo, si desayuno no saco copias, si pago un pasaje no
tengo para comer. A veces ando con una sola comida y paso todo el día en la
calle y es sólo hasta mi regreso a casa cuando disfruto de un buen plato de
comida, y si me guardaron, porque muchas veces ni se enteran de nada de esto. –
No creo que lean el blog de todas formas, jajá.
Recientemente
compré unas baterías recargables para mi mouse inalámbrico y el mismo día éste
se dañó; mi celular dejó de funcionar y todavía conservo esperanzas de poderlo
arreglar porque de otro modo estaré sin uno durante un buen tiempo; además mi
laptop ya no carga, parece un ordenador vulgar que funciona únicamente
conectado a la electricidad. Sin embargo hay cosas que sí tengo y me encanta
disfrutar de ellas: Mi madre, mi padre, mi abuela, mis sobrin@s, mi familia
pues, mi consola de videojuegos, mi laptop que está “lentísima”, mis películas favoritas,
mis amigos, mis mejores amigos, los pequeños detalles, la risa, el sol de cada
mañana (súper ardiente a veces), los atardeceres, las lunas llenas, mi salud,
mis mascotas, que ya terminé materias en comunicación social y estoy próximo a
presentar tesis, sólo me quedará esperar mi título. En fin… Aunque no he tenido
algunas cosas, hay otras que sí tengo.
En
conclusión, la vida no es fácil, no es perfecta, cada quien tiene y no tiene
algo, sus propios problemas y maneras de solucionarlos, pero como diría un buen
amigo “El problema de otros no es tan
importante para uno. Uno siempre asume que nuestro problema es el grande.” De
sus palabras aprendí que aunque uno sienta empatía y ayude a los demás, a la
hora de la pequeña nuestro problema está por encima de cualquier otro.
¿Cuántas
veces agradecemos a Dios de lo que tenemos y lo que no?