domingo, 20 de marzo de 2016

¿Cuál es el camino a Dios?

   Feliz año nuevo, feliz día de reyes, felices carnavales y espero de todo corazón tengan una semana santa maravillosa, llena de reflexión y crecimiento espiritual y sirva también para recordar que hace mucho tiempo alguien por nosotros a la cruz fue.

            La fecha es propicia para hablar de religión, de nuestros actos en la Tierra, de los constantes juicios que hacemos y además de lo inevitablemente pecadores que somos. Es un tema que junto con política podría fácilmente tomarme días enteros escribiendo y aun así no lo daría por terminado. Mi intención, querido lector, con esta entrada no es juzgarte, golpearte con la biblia, ni mucho menos decirte que arderás en las llamas del infierno por quién sabe cuántas razones. Lejos de todo lo anterior mencionado, sólo busco expresar un poco mi pensar en cuanto a este tema, quizás algunos piensen como yo y otros, totalmente radicales en su fe, condenarán cada palabra aquí redactada.

            Para iniciar es necesario decir que fui bautizado a los 15 años de edad, luego de tanto insistir porque en casa siempre fue un tema al que se le daba largas. Afortunadamente eso ayudó a que yo escogiera a mis padrinos, lo cual siempre me ha parecido una desventaja cuando eres bebé y son tus padres quienes escogen a sus mejores amigos como compadres. ¿Mi religión? Aparentemente católico porque sí. Sin embargo, hay tantas razones que me hacen no ser católico: No creer en santos, vírgenes, yesos, no ir a iglesias, decir no a tantas cosas. Se me va la vida y siento que difícilmente me encontraré identificado, cómodo y devoto ante una religión. Lo más cercano ha sido algo llamado deísmo, y hasta en eso tengo mis serias dudas. Aunque hay una cosa en la que no cabe discusión y es que SÍ creo en DIOS y no me apena decirlo.
A lo largo de esta búsqueda he conocido amigos ateos, evangélicos, católicos, mormones, testigos de jehová, entre otros. De todos he aprendido que a su manera han encontrado un camino a Dios, exceptuando por supuesto a los ateos, aunque para ellos tengo la famosa matica de limón. La matica de limón es la que pienso yo recibe todas sus quejas, deseos, ayudas, milagros y afines.

En la sociedad siempre somos vistos, criticados y juzgados, bien sea por no creer, por tener fe, por dudar de ella, por ser diferente, por tender la mano, por no ceder un puesto. A veces me da risa, a veces no, pero siempre que soy vilmente criticado por un creyente – de cualquier religión. – me pregunto qué le da el derecho para hacer tal cosa. Es decir, todos somos humanos, que comenten los mismos errores, está bien, algunos rectifican y otros no pero humanos al fin. No podemos andar por todos lados condenando y golpeando con la biblia – Un libro que sabrá quién de dónde salió. (¿Cae pesado decirlo así no?) – a todo aquel que piense distinto, que asista a otra iglesia o simplemente porque no crea en Dios. Existe algo llamado fe y eso se tiene o no, no es algo que se herede por campaña política/religiosa.

El otro día iba en una camioneta – De esas que todos llaman perreras. – prácticamente vacía. En un extremo iba yo y en el otro un señor, de bastante edad, con una sombrilla en una de sus manos y una biblia en la otra. Me pareció un hombre bastante amigable – Lo que me gano por andar haciendo juicios a personas que no conozco. – y educado porque me respondió los buenos días a pesar del inclemente calor de ese día. Dos cuadras más tardes, empieza a llenarse la unidad de transporte hasta no quedar puestos, luego entra una abuelita con unas bolsas y se queda de pie por falta de puesto disponible. El problema real no estaba en la disponibilidad de puestos sino en el machismo que nos consume ya que todos hombres, con las piernas bien abiertas, en efecto hacemos que menos personas puedan tomar asiento. Alguien tomó la iniciativa, no diré quién, estimado lector, pero cerró sus piernas y poco a poco se fue haciendo el espacio para que la tierna abuela se pudiera sentar y a que no adivinan lo que pasó…

El señor de la sombrilla y biblia en manos fue quedando aprisionado en la esquina de modo que finalmente la abuela tomó asiento justo a su lado. Ha sido tal su molestia por eso que ha lanzado frases que incluían “Varas con que midas” y “Dios es amor pero también…”. Entonces me preguntó si es que a Dios no le gusta que ayudemos a una abuelita a tomar asiento, o es que Dios sufre más porque el señor vaya apretado unos cuantos minutos hasta que llegue a su parada. Son preguntas que siempre que las hago, un creyente me las responde con que no todos son así, esos son los que usan la religión o a Dios a conveniencia. En mucho tiempo notando esto ya no me parece que sea sólo un simple grupo sino una gran mayoría de creyentes que no cumplen con principios básicos de moral o ética, que son machistas como ellos solos, que bajo el concepto de haber sido perdonados ya creen tener el cielo ganado.

En el trabajo de mi papá, estacionados esperando a su esposa veíamos pasar un señor que iba vestido como acostumbran a ir los evangélicos, quien aparentemente venía de buscar a su hijo de la escuela. El infante disfrutaba de su jugo sabor a durazno, tratando de saciar su sed en medio del ardiente sol, hasta que se le acabó y se lo dio a su padre para que se deshiciera de la basura. El hombre no encontró mejor opción que lanzarlo al suelo, justo por donde transita tanta gente, a todas horas. Lo cierto es que, y los que me conocen lo saben, no me aguanté y le dije lo que por mi mente pasó al señor. “Dios te enseña a predicar pero no a lanzar la basura en su lugar”. Parece que al hombre le dio tanta pena que la recogió y la guardo incluso en su maletín para botarla quien sabe dónde más adelante.

Ahora, dejando las historias a un lado y pasando a otro punto. ¿Es sólo idea mía o la religión se aprende por las malas? Es decir, se tiene que morir un familiar, o debemos estar cerca de la muerte, o sufrir una enfermedad casi incurable para darnos cuenta que Dios existe. Si no ocurre algo tan horrible como lo anterior mencionado no se deja a un lado la vida mundana, los vicios, las calamidades, los goces y disfrutes de una vida llena de malos actos. Es como hacer borrón y cuenta nueva. Piénsalo, seguro has visto algo así, algún familiar o amigo tuyo, una persona de lo más fiestera que de repente se vuelve evangélica, olvida su pasado y empieza con la dura y ruda tarea de juzgar y condenar a todos aquellos que hacen lo que antes él/ella hacía y ahora ya no puede. ¿Por qué?

A mi parecer la iglesia es un poder, digan lo que digan nadie me saca eso de la mente, es un poder de persuasión y vaya que se puede lograr mucho con eso. La fe existe y ese poder ejercido por la iglesia también. Veo la iglesia como el lugar perfecto para decir cómo debe ser el hombre (el hombre que debe vestir, hablar y trabajar de tal manera) y cómo debe ser la mujer (sumisa para variar), claro que esto varía según la religión de la que se hable. Temas como el divorcio, la homosexualidad, modo de vestir, música, ropa, estilos y más, son claramente vetados y estrictamente estandarizados por la religión, la biblia y finalmente – No me consta. – Dios. En un mundo tan heterogéneo como en el que vivimos, todavía se encuentran personas con mentes cerradas, tolerancia cero y con ideas absurdas de cómo llegar a Dios.

Amigo lector, si usted no asesina, no roba, no discrimina, respeta, trata como desea que lo traten, si de vez en cuando se le escapa una mala acción, una respuesta indebida, si en ocasiones cuestiona la fe, desearía tener a Dios en frente y gritarle cuatro cosas, ¡Felicidades! Es usted completamente humano. Si usted encontró el camino a Dios, disfrútelo que ese es suyo, no busque hacer coco con él a los demás. Los demás en su debido momento encontrarán el camino a Dios, sea con una religión, con un libro, o careciendo de ambos. Los ateos irónicamente son los que más saben de Dios y además, en muchos casos son mejores personas que aquellos que juran con puñados de cruces ser fieles creyentes.

Yo no he encontrado un camino perfectamente trazado, de hecho lo vivo trazando yo mismo, de vez en cuando borrando y volviendo a empezar. Con amigos he hablado de Dios, de la biblia, he asistido a iglesias y tengo actualmente una cita pendiente a una por donde vivo, es así, no me cuesta intentarlo, siempre que tenga la fe y la disposición, no me rendiré tan fácilmente. Yo existo, Dios existe, mi fe y mis ganas de creer también.






¿Cuál dirías tú es el camino perfecto a Dios?



…Yo me atrevería a decir que la oración