martes, 27 de febrero de 2018

¡Ya tengo pasaje a Ecuador! ¡Maduro PÚDRETE! y así fue el resto del viaje


Fase 3/4 ¡Y cruzamos a Cúcuta! ¡No era tan horrible como decían! ¿Dónde está Víctor? ¿Quién es Víctor?
            Y bien, sé que todos quieren saber cómo siguió nuestro viaje. Con lo difícil que había sido cruzar a Colombia los últimos días, la preocupación de todos era inminente; Para Gabriel era todo habladuría de la gente. Escondimos los “verdes” en lugares tan estratégicos que podríamos hacer cursos clandestinos para ello en Youtube. Lo mejor de todo es que nunca nos revisaron al cruzar la frontera y el paso al otro lado fue FÁCIL. Pero vamos por parte…
Dormí una hora y media, tiempo que pasó rápido y para cuando sonó la alarma de Gabriel ambos nos alistamos con tiempo de sobra y antes de la hora acordada ya estábamos en la entrada de la posada esperando por el bus que nos buscaría y donde estarían nuestros asesores de viaje. En la posada había otros inquilinos que también cruzarían y de otras partes empezaban a llegar personas provenientes de ciudades y pueblos, unos más lejanos que otros.
El bus llegó y el recorrido entre conversaciones, instrucciones de nuestros asesores y alcabalas cada vez más cercanas a la frontera, se hizo en poco más de una hora. En ese punto del viaje el grupo de extraños que se había subido en aquel bus con destino a Cúcuta, ya pasaba a ser una familia de viajeros que tenían como único fin salir de Venezuela en busca de un futuro lleno de oportunidades, esperanza y tranquilidad; todas ellas algo escasas en nuestra golpeada Venezuela.
Al salir del bus la cantidad de gente era impresionante. La oscuridad brindada al ambiente algo de inseguridad, incertidumbre, desconfianza a todo aquel que te mirara, que te ofreciera un pasaje, o llevar tu maleta. Nos tocaba caminar rápido y con nuestros ojos mirando en todas direcciones cual camaleón en plena selva. A medida que nos acercábamos a lo que sería la salida de Venezuela la multitud se aglomeraba y el camino era cada vez más estrecho. En nuestro nos topamos apenas un militar, quien nos pedía avanzar, avanzar, avanzar… aquel que se detuviera recibía su respectivo llamado de atención. – Lector, Estos funcionarios no son de la misma calaña que encuentras en carreteras, colas de supermercados ni peajes del país.
Seguíamos avanzando y en un momento Gabriel se desapareció entre la ola de gente pero no significando esto que nos perdimos uno del otro. Sabíamos a la perfección lo que debíamos hacer y el uniforme Scout era punto de referencia para ubicarnos. Es que mi amigo es un tanto bajito y la gente lo tapaba, a la par de eso me fui quedando atrás pendiente de otro miembro de mi grupo que venía pesado de bolsos, maletas y pare usted de contar… ¡Lo siento pero mi hermoso corazón no me permitía dejar a nadie del grupo atrás!
No se asusten… A los pocos minutos estábamos todos juntos. O casi todos. De pronto los asesores preguntaban por un tal Víctor y a excepción de mí nadie más lo recordaba. Los esperamos dando oportunidad de alcanzarnos pero nunca llegó. Nos encontrábamos  en un incómodo dilema: Seguir adelante porque así nos los pedían los militares a todo pulmón o esperarlo y soportar un poco más los gritos. Al final nos vimos obligados a avanzar y el siguiente punto era una inmensa plaza con muchos venezolanos esperando en una larga línea que horas después daría vueltas y vueltas a la plaza.
Mostramos nuestros pasaportes, organizamos nuestros bolsos en un sitio común y los asesores se quedaron con todo eso mientras formábamos para sellar el pasaporte que nos daría la salida de nuestra amarilla, azul y MUY ROJA Venezuela. – Los asesores 1000 % de confianza en ellos. Nos acompañaron hasta el final, o lo que se traduce a nuestro bus arrancando desde Colombia.
En todo nuestro viaje desde Ciudad Bolívar hasta Cúcuta, nos encontramos con gente que fue scout, que aún hacía vida en el movimiento o que de alguna manera mantenían relación con el escultismo. En más de una ocasión nos sacaban sonrisas y nosotros a ellos en conversaciones cortas y amenas respecto a nuestro viaje, uniforme, grupos, etc, etc…, cuando ambos pasaportes decían sellados y todo nuestro grupo estaba listo lo siguiente fue cruzar el tan mencionado puente que une/divide a Venezuela y Colombia.
Un camino largo. Bolsos, maletas, gente caminando rápido. Militares con otros acentos se escuchaban cada vez más próximos. Ciudadanos colombianos caminaban por la derecha y pasaban en menor cantidad, mientras que venezolanos por montón con pasaporte en mano listo para ser revisado someramente y seguir adelante hasta lo que sería – sí, finalmente. – Cúcuta.
            Lo primero es la satisfacción de haber cruzado la frontera tan fácil como poquísima gente podría decirlo. Esa emoción de “Lo logramos, mano”, vernos y querer decir “Maduro, púdrete”, solamente porque estábamos al otro lado y ya nadie de Venezuela nos podría detener… ¿Pueden entender lo que sentíamos? ¿Lo pueden tan siquiera imaginar? Pues, con fe espero que mi familia y amigos puedan algún día sentirlo también. Lo merecen sin duda.
La entrada a Colombia era una cosa que no se podía imaginar de otra manera. Mucha gente, tanto colombianos como venezolanos. Ventas y negocios de todo tipo. Si la economía era punto muerto allí, ahora eso era cosa del pasado pues cada día cruza una gran cantidad de venezolanos y seguro desayunan, almuerzan, cambian moneda y se preparan para el largo viaje; y probablemente me quedo corto.
Datos curiosos
Los militares son amables, se hacen respetar sin imponer el uniforme verde que llevan. Están al pendiente de casos especiales como abuelit@s, mujeres embarazadas y mujeres con niñ@s para que pasen directo al sellado del pasaporte.
La cola del sellado del pasaporte fue un tanto más lenta, nunca supimos por qué pero lo era. El calor era potente. Pero las baterías estaban cargadas y los ánimos al tope. Y en determinado momento nos dieron hidratación. A todos en la cola. – Ni en Venezuela nos dieron tantas atenciones al salir.
El gobierno tiene tres centros de atención para venezolanos:
·         Un centro de comunicación donde puedes cargar tu teléfono, hacer llamadas nacionales y conectarte a wifi para que te comuniques con familiares y amigos.
·         Un centro de primeros auxilios. Ya ustedes saben…
·         Un refugio con hasta 200 camas para aquellos que no tuvieran donde quedarse y tuvieran que quedarse porque su pasaje no era para el mismo día. ¿Único requisito? Pasaporte sellado y boleto en mano.
¿Dónde quedó Víctor? No creas, lector, que nos olvidamos de Víctor. Él nos encontró en la cola del sellado de pasaporte, ese que nos da salida de Venezuela. De ahí en más, nadie más desapareció ni se separó del grupo.
Compramos pasajes, almorzamos, cambiamos moneda y… ¡Nuestro bus al fin rugía motores!
¡Bienvenidos a la fase 4/4!
            Fase 4/4 ¡Viajando desde Cúcuta a Ecuador! ¿Necesitamos un alambre? ¡No hay alcabalas necias! ¡Qué curvas tan horribles!
Puede ser la fase más larga, la más agotadora, donde algunos más dormían y otros más se mareaban pero era la fase final y la recompensa era jugosa. Otros en cambio irían a Perú y Chile, destinos todavía más lejanos que el nuestro.
Para empezar la única queja que tengo del bus era el poco espacio entre asientos, considerando el largo tramo que recorreríamos sentados y que además no soy tan “bajito” como la mayoría L. A ver, teníamos conexión WIFI, un conector de corriente por cada dos asientos, a veces música, en ocasiones películas.
El viaje es largo sí, pero se resume en montañas y montañas, curvas y más curvas, caminos empinados, con calles tan angostas que no terminas de entender como un camión inmenso y este bus que no se le queda atrás pueden pasar en plena curva cada uno por su lado sin darse un “besito”. Así que dejando claro eso pasemos al siguiente día.
Ya se veían avenidas, automóviles, buses escolares, gente que iba a sus trabajos o venía de ellos; un clima bello, paisajes hermosos, siembras de todo tipo, pequeños ríos, lagos o lagunas, animales de granjas; en el bus la gente hablaba, mandaba sus mensajes, comía una galleta, o se impacientaba por el almuerzo. Después de varias horas ya estábamos estacionando para bajarnos, estirar nuestras largas piernas – Las mías. – ducharnos y almorzar.
¡Malas noticias! Gabo y yo no nos pudimos duchar. – hey, no le tenemos fobia al agua. A ningún pasajero le dijeron que llevara la ropa de cambio en el bolso de mano. Lo peor de todo es que bajaron maletas a modo de favor para sacar ropa y cuando llegamos a la labor ya habían cerrado y lo único que nos dijo el chofer es que ya había cerrado y todo era un desastre. – Tampoco era fin de mundo…
Esperamos entonces por nuestro almuerzo que estaba bastante rico. Gabo seguía sin comer tanto por su malestar de estómago por lo que yo remataba. Su ensalada se sentía como que estaba llegando a su fin así que no me la comí. Nos tomamos fotos, conversamos, compramos dulces, helados, con los pesos que me quedé que realmente no necesitaría pero como dicen: Mejor prevenir que lamentar.
El bus arrancó una vez más y en menos de lo que imaginan de nuevo las curvas, los caminos serpenteantes, igual o peor que la ida a Sucre o Mérida. Me la pasé casi todo el viaje hablando con la vecina, una joven de Mérida que se dirigía a Ecuador también pero con destino a Quito. – Si me conoces sabes que no me cuesta nada hablar con la gente.
Comí naranjas tan jugosas que apenas la chica la sacaba de su bolso me provocaba estornudos, arepas andinas tan deliciosas que recordé mi viaje a Mérida en 2015, dulce de lechoza, galletas de avena, y tanto más que lo único que faltaba en ese bolso era la madre de la chica. – Es cierto que se iba a un viaje largo y entendible que su madre quisiera que se fuera preparada y con todo eso para recordarla en el camino y un poco más.
Dormir, comer, dormir, comer… medio conversar con mi familia gracias a la chica que me prestaba su celular. Dormir, comer, dormir y comer… Las horas pasaron. Pasaron. El bus rodó. El clima era frío. Mucho más frío. Los mortales no lo toleraban. Estábamos en plena frontera.
Tuvimos que salir del bus, guardar maletas en la agencia de viaje, sellar pasaporte de salida de Colombia. A continuación pasar al lado de Ecuador. Sellar pasaporte de entrada donde a varios les dijeron la cantidad de días que tenían permitido. A mí como siempre me tocó el más cordial, amable, sonriente de los que allí atendía.
-        ¡Buenos días! – El hombre todo sonrisa en el rostro. – ¿Hacia dónde se dirige?
-        ¡Guayaquil! – Fue mi jovial respuesta. Una palabra sincera, serena, sin duda en mi voz. Aunque por dentro la adrenalina a mil.
-        ¡Bienvenido! – Nuevamente toda su cordialidad y amabilidad reflejada en el rostro. – ¡Bienvenido a Ecuador! ¡Qué disfrute!
Al salir descubro que a todos les hicieron prácticamente una entrevista de semblanza y que también les habían dado 30 días, 35 días, 42 días, como tiempo límite para salir del país sin ser un ciudadano irregular. Yo estaba con la duda, pero viendo el pasaporte una y otra vez, se logra ver un 180 en la cantidad de días, allí, justo donde sellan la entrada a Ecuador. – ¿Significará algo querido lector?
Algunos desayunaron en Colombia pagando con pesos y otros en Ecuador pagando en dólares. Yo seguía comiendo pan con mortadela – Aquella que compramos en Táchira y que Gabriel probó apenas una o dos veces. – Después de un buen rato, de fotos, de reírnos por la cortina visible de aire que salía de nuestras bocas producto de tanto frio… Ya era el momento de seguir adelante.
De nuevo con maletas en mano caminamos donde nos esperaba pequeñas busetas que nos llevarían a un terminal no tan lejos de la frontera. Allí nos esperaba – Y me sorprendió. No lo sabía. – un almuerzo antes de partir a Guayaquil. El almuerzo muy rico también – Aunque muchos dicen que todo lo que sea comida yo lo encuentro delicioso. No concuerdo con eso pero me parece gracioso que lo digan. –
Ecuador muy bonito, pasajes hermosos, naturaleza como en Venezuela, como en Colombia, como en nuestra parte del continente pues. – Sabes, todo eso que quisiera tener el norte. – La gente chévere, es la palabra que más uso y aún en Ecuador sigo usan mis palabras venezolanas favoritas pero epa, no puedo decir bolsa. Acá la palabra correcta es funda. – La bolsa es donde van nuestras canicas masculinas. ¿Si entienden?
En esta parte del viaje nos tocó despedirnos. El corazón se nos puso chiquitico porque no nos conocíamos en Venezuela pero emprendimos esta aventura juntos y eso en otro país te genera un vínculo bastante fuerte. Somos hermanos venezolanos. Un bus iba directo a Guayaquil. Otro seguiría la ruta de América, es decir lo que iban a Perú y Chile. Y un tercero iba por Quito. Después de buenos deseos, abrazos, y miradas llenas de sueños y promesas por cumplir, embarcamos de nuevo, por enésima vez en un bus. Nuestro destino: Guayaquil.
Este bus también contaba con WIFI, pero no con tantos conectores de corriente para cargar los celulares así que el duelo fue campal para cargar. – Estoy exagerando, jaja. Sólo al principio. – Colocaron música variada, mejor que la del bus en Colombia. Avanzada la noche el chofer con más experiencia, y lo asumo por su edad, se fue a dormir en su habitación secreta en la parte del bus. Un par de horas más tarde todos tuvimos la sensación que los que quedaron al volante tomaron el camino equivocado y aunque no nos dijeron nunca qué pasó la cara del chofer al despertarse y caminar lo dijo todo. El tiempo de viaje fue más del usual.
A las 4.30 am llegamos por fin al terminal de Guayaquil. Un enorme edificio de 3 pisos, con tiendas de todo tipo adentro y estacionamiento de arriba hasta abajo y a los alrededores, donde adicionalmente pasan las rutas urbanas por el lado no tan externo del terminal. Es el equivalente a un Orinokia o un Sambil de 3 pisos. Esperamos dos horas y nuestro amigo y hermano Scout Ángel nos fue a buscar. Tomamos un bus y en una hora más estábamos en lo que sería nuestro nuevo hogar.
Lector, gracias por leerme, por no aburrirte, o si te aburriste, por llegar al final de la historia. Espero hayas vivido nuestro viaje a través de mis palabras. Lo siento por no haber podido escribir tanto durante el viaje, a veces no tan a tiempo, tuve complices en Venezuela, incluso en Miami, que avisaban a mi familia, que publicaban en mi Facebook las fases. Ya saben, no tener teléfono en una situación así, lo es prácticamente todo.
¿Datos curiosos?
Creo que en casi todos lados hay WIFI de la alcaldía de libre uso con límite de 45 minutos, a veces más.
Apenas te ven te dicen “chamo”. Eso somos los venezolanos acá. No en mal sentido, al parecer les agrada la palabra, nuestro acento, nuestro dialecto.
Compramos nuestras primeras cosas. El proceso es lento pero ahí vamos. Somos una familia de tres. Somos hermanos Scouts. Estamos estableciendo nuestras normas de convivencia y lo demás se irá viendo con el pasar del tiempo.
Esos que dicen tener un mes acá y no haber conseguido empleo, no los entiendo. Sobra todo tipo de trabajo. La jornada es fuerte, a veces hasta más de lo que debería ser en este país.
Al final de Colombia y principio de Ecuador me dio fiebre, gripe y todo el combo completo de malestar general. Hoy 27 de febrero, me estoy recuperando.
¿El alambre? Bueno, no… no es necesario. La rayita no se borra.
J
¡PAZ!

lunes, 26 de febrero de 2018

¡Y me fui a Ecuador! ¿Cómo? ¿Cuándo? ¡Bienvenidos a esta historia!


Fase 1/4 ¡El inicio de mi viaje! ¿No puedo viajar con tanto efectivo?
Hola, reciba usted, querido lector, un saludo bastante caluroso y cargado de buena vibra. Como ya es costumbre en este blog, pasa un buen tiempo entre una publicación y otra, y aunque no es mi intención, sé que tengo gran culpa de ello. Ustedes, muchos de ustedes, ya saben de qué viene esta entrada pero no está de más adelantar un poco a los que apenas se van a enterar de la noticia: Me fui de Venezuela.
Estoy escribiendo estas líneas desde un país hermano, en una ciudad en la que por cierto la gente no me da muy buenos comentarios acerca del tema laboral. Yo por supuesto siempre me he considerado una persona que anda por la vida dando lo mejor y además con un tanto de suerte. Sí, de esa que hace que el mundo conspire a tu favor. Bueno, bueno… Ustedes quieren saber cómo ocurrió todo esto ¿Verdad? Lo sé, la mayoría está sorprendida porque es una noticia que los tomó por sorpresa.
La situación país para nadie es un secreto y es por esa razón que desde hace algún tiempo atrás venía con la idea de marcharme de mi zona de confort para emprender nuevos rumbos y apostarlo todo en un lugar que no es el mío. El título universitario, el pasaporte, esperar por algún amigo para marcharnos en compañía, fueron algunos de los factores que una tras otra vez atrasaron lo que realmente quería. ¿Entonces qué pasó?
Bueno, recientemente salió la propuesta de irme con un hermano scout para Ecuador, donde nos estaría esperando un tercer hermano scout para vivir una vida en este país nosotros tres como compañeros de casa. Con todo el optimismo del mundo, analicé la idea apenas con cinco días de anticipación. Empecé a darle vueltas al asunto tantas veces que pensé terminaría mareado en el suelo con un golpe en el brazo. Consulté mis comodines y aunque uno me sorprendió, no tanto como el otro, pude organizar bajo mucho estrés todo lo referente a la salida y en menos de una semana ya estaba tomando el primer bus de lo que sería un viaje de cinco días por tierra.
Esta aventura inicia en Ciudad Bolívar cuando nos toca decir adiós a nuestros familiares y amigos para embarcarnos en un horrible bus, con gente horrible (Lo siento. Esa gente nos daba miedo), con destino a Puerto la Cruz. Normalmente un viaje así sólo toma unas cuatro horas o poco más pero como se trata de Venezuela, todo se pone difícil y rodar de un estado a otro con MUCHO dinero en efectivo también resulta ser un inconveniente. – ¡Los guardias se enamoran!
Entre el trauma de esconder los dólares y rodar con semejante bulto de efectivo nos paró la primera alcabala de nuestro viaje.
-        ¡Buenos días! – Dijo el militar de porquería número 1. – Agradezco bajen de la unidad y se lleven sus bolsos para revisar.
Nos toca obedecer sin oponerse en nada. Qué podía pasar si no teníamos nada que temer y andábamos a su entender dirigiéndonos a un evento scout. Pues aquí viene la mejor parte: Nos revisaron casi al final y en absoluta soledad pero sin que faltasen las miradas curiosas, ellos se enamoraron de mi efectivo.
-        ¿A dónde se dirigen? – Pregunta el militar de porquería número 2.
-        A un evento scout. – Contesta mi compañero de nombre Gabriel. Un joven muchacho de ojos exageradamente claros y con apenas la mayoría de edad para viajar sin compañía de un familiar adulto.
-        ¿Quién les dio todo este efectivo? ¿Ustedes no sabes que esto no está  permitido?
-        Mis padres. Con esto pagaremos la inscripción, el hospedaje, la comida y el traslado. – Intervengo yo con seguridad absoluta y aportando un poco más a nuestra coartada.
-        ¡Esto está prohibido! Me dan algo y suben al bus sin problema.
Cabe destacar que ese tipo de acciones siempre me ha dado completo asco y es por ello que los militares y muchos funcionarios en Venezuela no tienen mi respeto. Es que tienen la fama de que solamente saben pedir y he allí una prueba fehaciente de mi pensar. En ese momento y no sé por qué no respondí de inmediato pero había algo gestándose en mi interior mientras escuchaba lo que decía mi compañero.
-        Hermano, si quieres agarra esto. No te podemos dar más porque la verdad tenemos el dinero justo. – Intentó mediar Gabriel al tiempo que yo apenas era un testigo en todo esto.
-        ¿Y tú vas a pasar todo este dinero por mi cara? ¡Así de fácil! – En ese momento juro, querido lector, que quise decirle “Si te volteas pues la verdad que no”. Pero seguí escuchando mientras Gabriel casi sacaba una bandera de paz. – Ustedes saben que esto está prohibido por la ley.
Esa definitivamente fue la guinda del pastel, la bendita gota que derramó mi muy pequeño vaso de paciencia. Y sin pensar mucho yo respondí.
-        ¿Quién lo dice?
-        Eso sale en el artículo... – Ni idea del artículo que mencionó el idiota pero sí sé que yo quería ver ese artículo y su respectiva ley en físico.
-        ¿Qué artículo de qué ley? – Interrogué con la paciencia bastante colmada.
-        Si quieres llamo a mi sargento para que hables con él. – Y empezaba a recular mientras sus compañeros hablaban a la distancia y en el bus todos esperaban por nosotros.
-        Yo no tengo nada que hablar con tu sargento. Muéstrame el artículo y la ley.
Entonces el sujeto nos dice que nos podemos marchar apenas de manera audible y nos dice algo entre dientes; algo que interrumpo y termino de forma sarcástica.
-        ¡¿Esperas que no nos encontremos con otro como tú? – Lo miré expectante. Casi fulminante. – ¡Está bien, gracias!
Nos subimos en el autobús celebrando nuestra victoria y seguimos con nuestro recorrido por carretera nacional hasta Puerto la Cruz. En el camino nuestro vehículo estaba echando humo pero sólo fue cuestión de minutos y luego ya todo se había normalizado. A continuación nos topamos con una tranca y el motivo era simple: Un accidente automovilístico bloqueaba nuestro camino.
Supongo que fue poco menos de una hora pero el tiempo pasa irremediablemente lento cuando tú cargas algo – bastante – prisa. De nuevo, el bus emprende su marcha y finalmente luego de casi 6 horas llegamos a nuestro destino.
Hasta ahora el viaje se mostraba un poco sucedido pero conservábamos nuestro optimismo intacto – Gabriel mucho más que yo. –, nuestra fe y nuestras ganas de dejar todo atrás y lanzarnos a un nuevo destino.
¿Un dato curioso? Yo estaba realizando este viaje sin celular. Aunque tu compañero te ofrezca usar su dispositivo cuando lo necesites, viví en carne propia que eso definitivamente ¡NO ES LO MISMO!
Fase: 2/4 ¿Nos querían robar en el bus? ¡Si no te bajas no arranco el bus!
Ustedes bien se estarán preguntando por qué yo decidí publicar en mis redes este proceso dividido en fases. Es algo que opté por implementar en vista de no querer molestar con el celular y para que todos (Los pocos que sabían y estaban al pendiente) estuvieran al tanto de dónde estaba exactamente. La fase dos entonces no es más que nuestro recorrido desde Puerto la Cruz hasta San Cristóbal.
Una vez que llegamos al terminal la cosa fue fácil. Le dije a Gabriel que me esperara con las maletas mientras yo buscaba pasajes de ser posible para esa misma noche. La sorpresa fue tal cuando encontré los dos últimos pasajes en un bus último modelo y salía casi inmediatamente.
Recuerdo que no almorzamos y fui corriendo al baño. Yo era siempre el que iba al baño y pagaba mientras que Gabriel iba e ignoraba lo último. En ese momento él prefirió utilizar el baño del bus así que no tenía que pagar nada. Nuestra emoción nos cegó tanto que en las dos horas que estuvimos esperando no compramos nada para comer, por el solo miedo de perder el bus que estaba “saliendo”. Pero no por eso pasamos hambre…
Gabriel fue bastante preparado con algunos dulces y galletas, mientras que yo también llevaba mi parte. Era un viaje largo, muy largo pero apenas era el inicio de todo este largo proceso…
¿Dudas? Muchísimas, pues no tuve el mismo tiempo de preparación que Gabriel por lo que gozaba de menos información pero incluso así yo quería irme sí o sí.
El bus arranca, intentamos dormir, relajarnos, pensar cosas varias, la mayoría relacionadas al largo viaje por nuestra parte del continente. Entonces observo entre dormido y despierto que el chofer asciende a nuestra parte del bus y camina directo al asiento de una chica que no podía ver su cara ni escuchar su voz.
-        Si no te bajas aq… Te bajo en… ¿tienes boleto? – Pude entender a duras penas. Pero el tono de voz indicaba que algo no andaba bien. – Arranca el bus y conduce hasta el peaje y nuevamente hace presencia el señor conductor, en el mismo asiento, con la misma chica. – ¿No te vas a bajar?
La gente empezaba a notar lo airado que se encontraba el chofer. Al mismo tiempo un niño hizo del dos en el baño del bus que sólo es para el uno, lo que alimentaba todavía más el estrés de nuestro atento y caballeroso conductor.
-        ¡Señores! Hasta que la señorita no se baje de la unidad yo no arranco. Pueden bajarse, estirar las piernas, ir al baño…
En todo este altercado una hermana scout de un grupo en el estado Anzoátegui habla con nosotros, con una sonrisa que le llegaba de una oreja a la otra e incluso nos pidió tomarnos fotos. Todo este rollo de la chica aparentemente fue porque se vio en actitud sospechosa ante las cámaras de seguridad  y se parecía al modo en que operaban los asaltantes hace un tiempo atrás.
Una chica menor de edad, viajando sin permiso legal, con un destino incierto y que además no contaba con un pasaje para abordar la unidad. Ni el chofer conocía cómo es que logró subir la fémina al autobús.
Después de casi dos horas – Tal vez nuestro número de la mala suerte. – La chica logró bajar. En actitud agresiva intentando convencer a todos que sí podía viajar sin permiso y que nadie se lo iba a impedir. Debo decir que esta vez los militares si mencionaban de forma correcta la dichosa ley que impediría a la chica abordar nuevamente en la unidad.
Nuestro viaje luego fue un poco más calmado con varias alcabalas en el camino pero ninguna tan fastidiosa ni intransigente como la primera. De hecho en una ocasión nos ignoraron cuando quisimos mostrar nuestras respectivas identificaciones. El uniforme scout a veces, y sólo a veces, significa algo para los funcionarios en nuestro país.
En la fase uno eran las seis de la mañana cuando salimos de nuestra a veces no tan querida Ciudad Bolívar. En la fase dos eran las dos de la tarde cuando nuestro siguiente destino era San Cristóbal, estado Táchira. Y al final de esta fase ya había pasado las 24 horas cuando por final llegamos a nuestro destino.
Nuestro asesor de viaje, el que nos guiaría en el proceso para cruzar a Colombia y salir a pasear por medio continente nos mandó a buscar en un taxi para llevarnos a una posada porque saldría a la madrugada del día siguiente. El taxi nos cobró bs 40mil – ¡Igualito que en Ciudad Bolívar! ¡Nótese sarcasmo en cada palabra! – y la posada bs 350mil por una excelente habitación con dos camas, televisión con cable, agua caliente y definitivamente conexión a WIFI. Algo de lo que dependía pues no tenía teléfono pero si mi laptop.
¿Dato curioso?
No almorzamos en Puerto la Cruz pero sí cenamos más que bien y además pagamos en medio de la nada con Punto de Venta. Gabriel compró un par de arepas con queso (debo decir que eso me resultó gracioso al parecer una vulgar arepa en casa pero con exceso de queso. Además el queso amarillo llegó justo cuando ya le había entregado su orden), y yo cené pollo guisado con arroz, ensalada y papas al vapor. Inicialmente era pollo frito pero en vista de la confusión y mi hambre terminé aceptando ese plato casi con rostro feroz.
A la mañana siguiente comimos arepas con salchicha y queso amarillo, y no conforme con eso pedí una de salchicha y carne mechada. Creo fue allí que empezaron los malestares estomacales, luego de esa segunda arepa. Algunas horas después Gabriel presentaría el mismo malestar.
Lector, yo venía con la indecisión de si pedir el favor al chofer o aguantar hasta la siguiente parada pero tuve la característica suerte de siempre y una chica manifestó su malestar y medio bus se bajó cuando el chofer hizo su parada. Entre ellos yo.
La fase 1 y la fase 2 tal vez sean las más aburridas del proceso pero si usted se pone a analizar, puede que nunca pudiéramos cruzar a Colombia por algún altercado en estas fases o incluso en la venidera tercera fase: Nuestro cruce a Colombia.
-        ¡Nos vienen a buscar a las 4 de la mañana! – Dijo Gabriel.
Esa noche dormí hora y media… Ya luego les hecho el resto del cuento.